El libro de la Gineta y descendencia de los caballos Guzmanes (Madrid 1877), escrito por Luis Bañuelos y de la Cerda, describe la fiesta de toros y cañas en Córdoba, que se celebraba en la Corredera y en la calle la Feria.
En la Corredera se realizaba con :
Seis cuadrillas vestidas con librea de diversos colores, polainas y plumas blancas en el sombrero
Los caballos adornados en sus crines y cabeza y con sillas de montar bordada.
Entraban los jinetes empuñando una lanza con su banderola, abrían paso los tambores y trompetas, cuatro caballeros diputados ordenaban la comitiva, la música a un lado de la plaza, los jinetes entraban por parejas.
Los de a pie que eran 40 o 50 se subían a la ventanas para torear, cuando se soltaban a los toros se jugaban con lanzas y garrochon, varillas, a cuchilladas o corriendo al través.
La corrida era así:
El toro se encontraba encerrado en un rincón de la plaza, al soltarlo cincuenta hombres a pie le lanzaban un gran numero de dardos que quedaban prendidos en su piel, cuando el animal estaba cansado por tanto pinchazo sonaba la corneta y entraba el jinete de turno portando el garrochon, saludaba a la presidencia , se dirigía al toro, clavaba en el costado y quebraba el instrumento. Una vez que partía dos o tres rejones, soltaban dos o tres perros que hacían presa en el toro por las orejas, y los hombres de a pie le cortaban los jarretes, lo acosaban y remataban los toreadores.
Acabados los toros se jugaba a las cañas, los caballeros salían fuera de la plaza a coger las adargas, y mientras los caballeros diputados de capa y espada despejaban la plaza de la gente de a pie, entraban los jinetes llevando la adarga embrazada y la caña de mano. Al compás de instrumentos de guerra daban la vuelta a la plaza y ocupaban su sitio las cuadrillas, tres en una parte de la plaza y tres en otra.
El juego comenzaba con la presencia de una cuadrilla, que recorría la plaza por delante de las otras cuadrillas que esperaban enfrente; sin dejar de correr arrojaban las cañas. Los atacados respondían de la misma forma , pero unos y otros empleaban las adargas para evitar que las cañas les alcanzaran, así hasta que todas las cuadrillas corrieran sus cañas, finalmente los caballeros diputados salían y se colocaban en medio de las cuadrillas, en ese momento los jinetes dejaban caer sus cañas y terminaba la escaramuza.
La fiesta con capas y gorras solían organizarse por nacimiento o matrimonio de algún caballero cordobés, tenia lugar en la calle de la feria, que se cerraba y se colocaban andamios para la gente. El día de la fiesta entraban las damas y los caballeros se subían en las ventanas, el causante de la fiesta en la ventana , comenzaba a soltar toros bravos, quedando seis u ocho caballeros en la calle para torear. Había siempre heridos al ser calle y toros bravos.
A partir del S.XVI los caballos criados en Córdoba eran muy apreciados, descendían de un caballo berberisco que en el reinado de Carlos I un embajador marroquí de vuelta a su patria dejo enfermo en un mesón, era de la mejor raza berberisca.
El caballo sano y el mesonero lo vendió a un tal Guzmán y este a Luis Manrique que lo dedico a padrear. Lo principal de esta raza lo adquirió el duque de Sessa y lo puso a cargo de un caballerizo, Francisco de Valenzuela. Este fue el origen de los nombres de Guzmanes y Valenzuelas.
El caballo en la plaza de toros de los califas aparece como:
Alguaciles: Caballos hispano árabes, seleccionados por el tamaño y el pelo castaños, pues este color parece un uniforme. Entrenados para la presencia multitudinaria, aprenden el recorrido del paseíllo hasta ejecutarlo de memoria, es la única plaza de toros en que los alguacilillos siguen siendo representantes de la autoridad como antaño, pues son Policías.
Caballos de Picar, con un peso medio de 550 kg., proporciones medias , cuello arqueado, grupa redonda y tórax de gran capacidad.
Caballo de toreo, excepcional, con requisitos morfológicos y de comportamiento, con doma vaquera y alta escuela, raza básica española aunque ha evolucionado a la utilización del cruzado. En el primer tercio de la lidia suele usarse el anglohispano, el tercio de las banderillas que requiere terrenos ceñidos y componentes técnicos se usa el hispano árabe y para la suerte suprema en la que se debe citar a corta distancia , consentir mucho y salir apurado, el caballo español se hace imprescindible.
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