Estas superficies además de para descansar apoyando las espaldas en la pared, resultaban muy útiles para poner a la venta los zapatos viejos. Según Ramirez de Arellano de aquí nace el dicho que cuando a uno le veían mal calzado, se le preguntaba
"si calzaba en los poyos".
Estos también servían para vender comestibles, asimismo eran usados por los pobres y desocupados para pasar la noche, y en ellos se exponían los cadáveres de los desconocidos para que los viandantes los reconocieran..
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